Se trata de un agradable rincón del sur de Francia digno de visitar ya que ofrece múltiples paisajes, en el departamento Bouches du Rhone (Bocas del Ródano). También es la puerta de La Camargue, uno de los parajes naturales más bonitos de Europa con una flora y una fauna excepcionales. A primera vista se ve que es una ciudad antigua, fundada por los griegos en el siglo VI a. e C. bajo el nombre de Theline. También fue conquistada por los celtas saluvios en el 535 a.C, los cuales le cambiaron el nombre por el de Arelate. La zona se parece un poco a la desembocadura del Ebro, en España.
En el siglo XIX, con la llegada del ferrocarril, la mayor parte del comercio fluvial de esta ciudad se vio afectada, causando el declive económico de la ciudad. La tranquilidad que esto produjo en la ciudad atrajo al pintor Vincent Van Gogh quien llegó a este lugar en febrero de 1888. Su fascinación por los paisajes provenzales hizo que pintara más de 300 óleos y dibujos durante su estancia en Arlés. Muchas de sus más famosas pinturas fueron hechas ahí, e incluyen Café de Noche, la Casa Amarilla, Noche Estrellada sobre el Ródano, y L’Arlesienne. Su gran amigo Paul Gauguin visitó a Van Gogh y paso una etapa de su vida con él en esta ciudad.
Esta bella ciudad del sur de Francia dispone además de un recinto en donde se celebran festejos taurinos y que es conocido como Las Arenas de Arlés. Se trata del circo romano que data del año 120 D.C., y que es utilizado además como plaza de toros. Este lugar viene aprovechándose desde 1.830 y en su arena se celebró la primera corrida de picadores en 1.899. En cuanto a la primera corrida tradicional de toros de Arlés tuvo lugar el 10 de julio de 1853. Las Ferias taurinas que festejan aquí suelen ser durante algunos días de Semana Santa. También se celebra una corrida de toros el primer domingo de julio y la feria del Arroz, que es el segundo fin de semana de septiembre.
Cuenta con un teatro y un anfiteatro romano que son espectacular, así como una zona vieja llena de callejuelas cargadas de bares y restaurantes además de gente por todos los lugares del mundo. Hemos llegado, mi mujer Elisabeth y mis buenos amigos Lourdes y Alfonso, a esta ciudad un sábado así que la animación fue total. Llevábamos navegando mes y medio desde que salimos de Flevo Marina, al norte de Holanda, y habíamos cruzado tres países (Holanda, Bélgica y Francia) por lo que ya quedaba poco para la meta final: el Mediterráneo. También habíamos conocido en el viaje a muchas personas de diferentes países, sin embargo hicimos una buena amistad con una pareja de holandeses (Ingrid y Peter) que llevaban como nosotros su barco por los ríos y canales de media Europa hasta Port Napoleón, muy cerca de Marsella.
Ese día estábamos todos algo cansados por lo que decidimos parar en Arlés a pasar la noche. El único inconveniente era que si queríamos quedarnos atracados en el centro de la ciudad, se entiende que a orillas del río, teníamos que abarloar nuestros barcos al gran restaurante flotante de nombre “La Peniche” y que se encontraba bastante cerca del centro. Pero para poder hacerlo teníamos que comprometernos a cenar en el mencionado restaurante esa noche lo cual nos quitó la posibilidad de conocer otros lugares donde poder cenar en Arlés. Pero el trato era el trato y cenamos en el barco restaurante, eso sí, luego fuimos al centro a escuchar música y a disfrutar de la noche y soñar con el día de mañana, que ese será un gran día.
Lógicamente cenamos y al finalizar nos fuimos escopetados al centro para tomar una copa, un vino o una cerveza y poder admirar el ambiente que había ese día en Arlés. Localizamos un bar con terraza muy acogedor y con mucha marcha, y si a ello añadimos que se estaba celebrando la noche de la música, pues os podéis imaginar. Actuaba un grupo de jazz que era fantástico y al finalizar dimos un paseo por el centro de la ciudad fue suficiente para comprender que aquí sí que había diversión.
Texto y Fotos: Rafael Calvete Álvarez de Estrada