La ciudad flamenca de Amberes, también conocida con el nombre de Antuerpia (Antwerpen en flamenco), es la segunda más grande e importante de Bélgica, después de su capital, Bruselas. Se cree que su nombre proviene de la leyenda de Silvio Brabo, cuya estatua puede verse frente al Ayuntamiento, en la Plaza Mayor.
La leyenda cuenta que el gigante Antigoon habitaba en el río Schelde, o Escalda, y que se dedicaba a cobrar peaje a los barcos que querían navegar por él. Si un barco no pagaba el peaje, el gigante le cortaba la mano al capitán y la arrojaba al río. Por ello, un día, el soldado romano Brabo, cansado ya de tanto abuso, se enfrento con Antigoon y le cortó la mano la cual arrojó al mencionado río. De ahí el nombre de Amberes (Antwerpen), Ant = Mano, Werpen = Lanzar.
Y, hablando del río Escalda, decir que entra en territorio holandés desde Bélgica y que forma parte del puerto de la ciudad de Amberes, que es el segundo puerto más grande de Europa y el cuarto del mundo, con casi 50 km de muelles en ambas orillas.
La historia de esta ciudad también nos recuerda que el siglo XV marcó el inicio del desarrollo económico de Amberes, convirtiéndose en uno de los centros comerciales más importantes del Norte de Europa. Más tarde, con el Renacimiento, la ciudad pasa a manos de los Países Bajos, bajo el dominio de la Corona Española. Y, es aquí, en esta bonita ciudad, donde en 1570 se editaron los primeros mapas cartográficos impresos en planchas de cobre, por Abraham Ortelius.
Más tarde, en 1.585, después de la separación de los Países Bajos del Norte y del Sur, cuando todos los intelectuales protestantes y los mercaderes huyeron a Holanda, la ciudad vivió un nuevo momento de esplendor con la Contra-Reforma, pero pronto perdió su actividad mercantil cuando comenzó la guerra entre España y los Países Bajos, lo que provocó el cierre del río Escalda durante casi trescientos años.
Cuenta además esta ciudad con un puerto que es toda una plataforma de direccionamiento de las mercaderías tanto de exportación como de importación para Bélgica y otros países vecinos. En los últimos años ha crecido por su ubicación estratégica en el norte de Europa y por sus costos competitivos en relación a los demás puertos importantes de la zona.
También es la ciudad donde Rubens, el famoso pintor del siglo XVII, desarrolló gran parte de su formación y trabajo, además de vivir en ella sus últimos años antes de morir. Es fácil encontrar en algunas de sus calles y plazas estatuas y monumentos que hacen referencia a este artista. En la Catedral de Nuestra Señora, en la que se invirtieron más de 200 años (desde 1.352 hasta 1.584), hay tres de sus grandes obras en forma de trípticos. Otras pinturas de Rubens, además de las de otros famosos artistas, como es el caso de Jordaens, Matsys y Van Dyck, se pueden admirar en el museo conocido como la Casa de Rubens.
No muy lejos de aquí, existe uno de los mejores lugares para disfrutar de la cultura de los bares belgas el “Kassa4”, en Ossenmarkt. Y, no muy lejos, junto a la catedral, en la calle que la bordea por la izquierda está el bar más antiguo de Amberes, conocido con el nombre de “De Koninck”, que ofrece una carta de cervezas con más de 150 diferentes, entre la que destaca la propia de la ciudad. En cuanto a la vida nocturna, decir que es una ciudad muy animada dado que en ella se ubica una de las universidades más importantes del país.
Desde finales del siglo XV hasta mediados del XVI, Amberes atrajo mercaderes de India y Persia, así como de Venecia, Génova, Cracovia y Hamburgo, quienes, entre otras valiosas mercancías, introdujeron el comercio del diamante, lo que hizo todavía más famosa a la ciudad. Esta arrogante metrópolis también fue uno de los principales centros comerciales del Viejo Continente, y sus habitantes fueron apodados “Señores” por los españoles; la versión flamenca ‘Sinjoren’ es usada todavía para designar a los nacidos o criados en Amberes.
También aquí se encuentra una de las comunidades judías más importantes de Europa, ya que fueron estas gentes precisamente quienes iniciaron en la ciudad el negocio de los diamantes. Como curiosidad recordar que Amberes concentra el 85% de la producción mundial de diamantes en bruto. Una visita al Museo del Diamante, o al showroom Diamondland, para ver cómo los talladores profesionales trabajan estas piedras preciosas, merece la pena, al margen de que también se pueden adquirir joyas a precios increíbles.
Otra visita obligada y muy interesante para los amantes de la náutica es su Museo Marítimo Nacional que refleja los lazos de la ciudad con el mar mediante maquetas, mapas, objetos y una importante colección de barcos. También su zona portuaria, que está próxima al centro histórico, cuesta con una pequeña muestra de embarcaciones, tanto de transporte como de recreo, en una exposición al aire libre situada en antiguos almacenes que hay junto al castillo y la margen derecha del río Escalda. No muy lejos de aquí, se concentran las calles y los edificios más bonitos de Amberes. La propia Plaza Mayor, o Grote Markt, con sus casas gremiales de los siglos XVI y XVII, es una auténtica joya. En ella destaca la estatua-fuente del soldado romano Brabo junto al Ayuntamiento, del siglo XV, un híbrido de gran efecto con elementos renacentistas flamencos e italianos.
En resumen, que Amberes es una ciudad abierta, cosmopolita, famosa por su Catedral gótica, por ser Centro Mundial del Diamante, por su río Escalda, y por ser cuna no sólo del histórico Rubens, sino también de personajes más contemporáneos como los diseñadores llamados los «Seis de Amberes»…, entre otras muchas cosas. Pues en Amberes puede uno encontrar todo esto y mucho más. Y para terminar nuestro rápido paseo por tan agraciada ciudad, una buena idea podría ser dejarse llevar por el relajante fluir de su río, que a 88 kilómetros de su desembocadura discurre tranquilo hacia el Mar del Norte. Y, si además coincide con una noche de luna llena, sería un auténtico lujo.
Texto y Fotos: Rafael Calvete Álvarez de Estrada