Cuando uno de los navegantes más polémicos, es decir, Cristóbal Colón, desembarcó en la isla de Cuba, allá por 1492, estaba convencido de que se encontraba en una provincia china del Imperio del Gran Khan. La idea estaba bien clara, ya que buscaba las  riquezas  que había descrito Marco Polo, en sus notas de viaje por Oriente. En ese tiempo, los indios que habitaban la isla, bautizada en su día como La Hispaniola, no superaban los cien mil, entre los que se encontraban Siboneyes y Tainos. Todo parece indicar, hoy, que sus antepasados, los Arawaks, eran originarios del continente sudamericano, de donde emigraron hacia las Antillas, por razones desconocidas.

Recientemente, espeleólogos cubanos han descubierto en una gruta de la provincia de Camagüey, las únicas pinturas rupestres conocidas hasta hoy. En ellas se describe la llegada de los conquistadores españoles. El hecho es que a diferencia de México o de Perú, los indios de Cuba no tuvieron una civilización floreciente, ya que existen trazas de monumentos o de ciudades cien años después de la llegada de los españoles. Hubo que esperar hasta 1509 para que un explorador, Sebastián de Ocampo, diera la vuelta completa a la isla. Más tarde, en Agosto de 1762, un acontecimiento aceleró la evolución del país: los ingleses ocuparon La Habana abriendo así el puerto al comercio mundial. Cuando los ingleses se retiraron para instalarse en Florida, la Corona de España decide poner a Cuba bajo la autoridad directa de un capitán general.

Desde el siglo XVI, el archipiélago cubano atrajo a los piratas y corsarios que infestaban el mar del Caribe. Primero, porque los galeones cargados de oro y piedras preciosas, hacían allí escala antes de emprender el viaje de regreso a España. y luego, porque las caletas y las innumerables islas, situadas a lo largo del litoral, les servían de refugio natural. Para protegerse, los españoles hicieron construir una serie de fortalezas, que fueron durante muchos años uno de los mejores sistemas de defensa del imperio colonial. Una de estas primeras fortalezas, el Castillo del Morro, situado en la ciudad de La Habana, fue construida por orden del rey Felipe V para proteger las incursiones del corsario francés Drake, en las islas del Caribe. A finales del siglo XVI, piratas de todas las nacionalidades formaron una asociación, la de «Los Hermanos de la Costa». Lo pasaron en grande saqueando y robando a los navíos de otros países. Ya en 1628, el corsario holandés Pieter Hayn, persiguió a los galeones españoles que se dirigían a La Habana. Les cortó el paso y les obligó a refugiarse en la Bahía de Cochinos. 

La isla de Cuba se encuentra situada a la entrada del Golfo de México, de ahí el nombre de » Llave del Golfo «, otorgado por los conquistadores españoles. Situada en el cruce de las tres Américas, forma una barrera natural entre el universo anglosajón y el latino. Esta hermosa isla es una tabla de coral muerto que aparece en algunos lugares como viejos macizos cristalinos. Las barreras de coral de Camagüey son, por su longitud, las segundas en importancia del mundo, con algo más de 400 kilómetros de principio a fin. Pero no sólo ofrecen arrecifes las costas de Cuba, ya que al sobrevolar estas guirnaldas de islas, podremos observar los cayos de la parte sur así como los famosos manglares. Ver estos mangles es un espectáculo impresionante, ya que son los únicos vegetales que pueden resistir la salinidad de las aguas del Océano y, formar en algunas regiones, grandes bosques casi impenetrables. No solamente a causa del suelo esponjoso, sino también por sus raíces aéreas más o menos entrelazadas.

Un recorrido a través del mangle resulta verdaderamente interesante, sobre todo si se realiza a bordo de una lancha, para así, poder atravesar su copiosa red de canales. El entresijo de raíces y lodo es también la protección de muchos invertebrados, pero el verdadero espectáculo lo ofrecen las copas de los mangles sobre las que se establecen nutridas colonias de aves. Los descubridores del Nuevo Mundo quedaron ya sorprendidos por ese bosque tupido que bordea las costas y estuarios, de árboles exóticos con sus copas redondeadas. En la marea baja, descubren una maraña de raíces apretadas y arqueadas, hundidas en el cieno, parajes que dudaron en bautizar como la «Entrada al Paraíso», aunque después tendrían oportunidad de comprobar que aquel laberinto de canales, raíces y ramas era prácticamente inexpugnable.

Por supuesto, las costas de Cuba no tienen sólo arrecifes de coral, manglares o playas, sino también millares de cocoteros repartidos por toda su costa, en donde a menudo forman rosarios de varios kilómetros que recuerdan las playas brasileñas o africanas. El interior de la isla ofrece gran variedad de selvas y pantanos en donde es posible encontrar desde cocodrilos de todos los tamaños hasta iguanas y tortugas carey. A lo largo de La Habana y  del Varadero, los tiburones son escasos, pero no ocurre lo mismo al oeste de Santiago, donde los pescadores de la región afirman que estos mortales carniceros son muy numerosos.

La zona selvática de Grama, situada al noroeste de Cuba, es todo un espectáculo digno de ser visitado. Su nombre viene de un cacique taíno que se rebeló contra los colonizadores españoles. Gran parte de su arquitectura es un conjunto de construcciones rústicas en apariencia, que reproducen fielmente el modo de vida de quienes originariamente poblaron esta Laguna del Tesoro. En una de las doce islas que allí se encuentran, se ha reproducido, mediante esculturas, la vida cotidiana de una comunidad taína, las cuales dan un toque de autenticidad al entorno. Sin lugar a dudas, el cocodrilo cubano es una de las especies más raras y representativas de las ciénagas y pantanos de la región de Guamá. Tremendamente perseguido desde siempre, ha quedado relegado a los lugares más recónditos de esta zona selvática, llegando a poder distanciarse hasta los manglares de Cayo Largo y los islotes que la rodean. Siendo de esta manera el principal hábitat de algunos de estos ejemplares. 

Al sur de Guamá y, en frente a la Bahía Cochinos, se encuentra un cinturón de islas conocido como el Archipiélago de los Canarreos. Mientras unas están compuestas por concentraciones de manglar, cuyo suelo es un laberinto de raíces, otras se presentan como simples islotes de roca coralina. Este es el caso de Cayo Largo, que aunque de mayor tamaño que sus islas vecinas, reúne todos estos aspectos naturales. Tiene más de 25 kilómetros de playa, la mayoría virgen, en donde los visitantes podrán deleitarse practicando toda clase de actividades náuticas, entre las que destaca el buceo. Cayo Largo ha permanecido totalmente olvidada en su rincón del Caribe, hasta hace poco tiempo. La belleza de esta zona del Archipiélago, unida a la existencia de agua dulce en su suelo, fueron motivos suficientes para crear un Parque Natural que garantice la conservación del Medio. Una de las especies más protegidas de Cayo Largo, son las tortugas, las cuales se desplazan hasta las finas arenas de las playas para poder desovar. Naturalmente, debido a sus numerosos predadores, muchas de ellas no lograran sobrevivir, pero las que logren traspasar esta barrera podrán regresar a la isla que las vio nacer.

Texto y Fotos: Rafael Calvete Álvarez de Estrada