La pequeña población de Dol-de-Bretagne (Dol) es un bonito rincón de la Bretaña francesa que cuenta con unas pintorescas casas medievales con entramado de madera del siglo XII, muy típicas de esta región, donde al pasear por sus callejuelas empedradas podremos descubrir históricos edificios góticos, y una hermosa catedral, dándonos la sensación de haber viajado en el tiempo y de vivir en una urbe de corte medieval. Pero tiene un problema. Se halla situada en medio de otras “estrellas” como son el Mont Saint-Michel, o Saint-Malo, y por ello a veces pasa desapercibida en la loca carrera de muchos viajeros por conocer lo más famoso de la Bretaña.
Se trata de la catedral de Saint-Samson, que fue construida entre los siglos XII y XIII en estilo gótico bretón, aunque estuvo recibiendo algunas reformas hasta el siglo XVI.
Este templo fue construido sobre una antigua iglesia románica, y lo que más caracteriza a dicho edificio es su torre inacabada, la cual comenzó a construirse en el año 1520.
Habría que recordar que Dol fue la capital religiosa del rey Nominoë en el siglo IX, y también una ciudad episcopal en el siglo XIX. Su catedral nos habla de este rico pasado espiritual por lo que bien merece una visita. No hay que conformarse con contemplar su fachada imponente, pues su interior nos ofrece elegancia y ligereza. Y si queremos saber más de esta catedral, en la plaza se encuentra un “Cathédraloscope” que nos informará de todo sobre la vida de este edificio y de otras catedrales en Europa.
A tan solo 3 kilómetros de esta ciudad se alza el Mont-Dol, un peñasco de granito de 65 metros de altura que ha dado lugar a numerosas leyendas. Cuentan que el arcángel San Miguel y el diablo se enfrentaron aquí. En la roca pueden verse las garras y el sillón del diablo, así como la huella de San Miguel como testimonios de ese combate legendario. Pero el espectáculo está en otra parte: en las vistas a la bahía, desde Cancale a Granville, pasando por los pequeños “Montes” que he citado anteriormente.
En el interior de Dol existen tiendas de todo tipo, desde las típicas de alimentación, donde encontraremos colecciones impresionantes de latas de sardinas y otras especialidades gastronómicas con unos diseños de época dignos de comprarlas todas para hacer una colección, hasta panaderías y bollerías que al pasar por delante de alguna de ellas nos recordarán nuestra infancia y no nos quedará más remedio que probar sus productos.
Además tendremos una ocasión muy especial para realizar todas esas compras de productos bretones, tales como quesos y patés, además de conservas de pescado, galletas, vinos y sidras. Paseando por algunas de sus pequeñas calles me causó una especial sorpresa el ver tiendas de ropa de la marca Desigual, provocando con sus escaparates un contraste muy marcado con el resto de antiguos locales.
Por el camino encontré unas pequeñas terrazas de bares y restaurantes y mi estómago ya me pedía algo de comer, pero debido a la hora que era, vi que las estaban completamente desiertas, así que decidí entrar en un pequeño restaurante que tenía buena pinta para pregustar si era posible comer unos mejillones en salsa con patatas fritas, y el resultado fue satisfactorio.
Texto: Elisabeth Norell Pejner
Fotos: Rafael Calvete A. de E.