Cuenta la historia de este lugar que Baldomero Moure Pérez nació en Arxuá, parroquia de A Cova, en 1892, y que fue criado en el seno de una familia humilde. Al hacerse mayor tuvo que emigrar a Cuba en busca de trabajo donde trabajó en la industria del ferrocarril hasta llegar al puesto de capataz, donde a partir de ese momento consigue sus primeros ahorros. De vuelta a su Galicia natal ya entrado el siglo XX, se casa con Carmen López Moure que era natural del Priorato. Carmen, al cabo de unos años, hereda unas pequeñas tierras en A Cova, lugar de Cuñas (donde actualmente se encuentra la bodega). Su marido Baldomero, que era un enamorado de los vinos de esta zona, comienza a comprar y agrupar pequeñas fincas propias del minifundismo con los ahorros que había traído de América, y a cultivarlas con viñedo, creando así las primeras parcelas de la propiedad.

A principios de los años veinte de ese siglo, se elaboran los primeros vinos, que se venderían a granel y a nivel local, debido al momento histórico que se vivía en la zona, y que imposibilitaba la venta de vinos embotellados. Al mismo tiempo, con los restos de aquellas vinificaciones, se comienzan a destilar los primeros orujos. En un primer momento adquiere Baldomero su primera alquitara, y años más tarde un alambique con lo que empezar a producir más y mejor calidad de los licores y orujos. A mediados de ese siglo, este joven emprendedor elabora y embotella sus primeros orujos, antes incluso que los vinos, aprovechando que gozaba de fama de ser un gran destilador. El primer orujo de la casa se llamaba “Josana”, de José y Ana, que comienza a distribuir en Galicia. 

De este matrimonio nace José Moure, “Pepe de Cuñas”, que será junto a su esposa Ana Vázquez, fundadores de Adegas Moure en 1958. En la primavera de 1963, el caso del alcohol metílico hundió a otros productores de aguardientes ya que fue la crisis más importante del alcohol en España. Este asunto le posiciona en una situación ventajosa gracias a la sanidad y calidad de su producto. El fundador decide, ya en aquellos tiempos, obtener la excelencia de sus aguardientes, usando solo la mejor materia prima, y realizando los primeros destilados de la zona con una buena separación de sus componentes para conseguir el producto más satisfactorio. En ese momento el fundador decide, ya en aquellos tiempos, obtener la mejor calidad posible de sus destilados, usando solo la mejor materia prima, y realizando los primeros destilados de la zona con una buena separación de sus componentes para conseguir un resultado óptimo.

     No sabemos que vino había probado unos años antes Pepe, para que decidiera arrancar los frutales del terreno de Cuñas y plantar Albariño. Lo que sí sabemos es que aquel lugar reunía unas condiciones excepcionales para el cultivo de la vid. Y él terminó por convertirse en un pionero en la zona, conocida más tarde como Ribeira Sacra. Hoy en día, la antigua finca de Cuñas que custodia la bodega, es uno de los lugares más emblemático de la zona. Es curioso pensar como a veces un simple hecho como probar una copa de vino puede cambiar tanto la historia. Pero es la pura verdad.

En 1982 se produciría otro hecho importante en el crecimiento de Adegas Moure, la incorporación de la tercera generación. Evaristo Rodríguez y José Manuel Moure, que serían los grandes impulsores en el mundo de este vino. La buena formación y visión de los nuevos gerentes de la empresa, provoca un gran salto cualitativo. En 1986 se construye una nueva bodega (que en la actualidad alberga la sala de barricas) con tecnología más avanzada, y se modernizan las técnicas tanto de cultivo como de vinificación, a lo que unos años más tarde se unirían las mejoras en los sistemas de destilación. Se comienzan a embotellar aguardientes con las marcas de “A Chisca” y “A Cepa”, y algunos años más tarde, los primeros vinos. El vino blanco Abadía da Cova, es el primer vino de Adegas Moure, compuesto íntegramente de Albariño de la finca de Cuñas.

Esta pequeña empresa comenzó a crecer, apostando por los vinos y aguardientes de calidad, y pronto se posicionó como sostén para una propia Denominación de Origen, que junto con otras dos bodegas de la zona, fueron pioneras en aglutinarse para la formación de este sello de calidad. De esas reuniones surgen las ideas para su constitución (con un papel destacado por parte de Evaristo Rodríguez, actual gerente de la casa) y que desembocarán en la creación de la misma en 1995. En el año 2004 se construye la actual bodega  para vinos jóvenes, laboratorio y una bodega de micro vinificación, donde se desarrollan los proyectos de I+D. La empresa continúa su proceso de crecimiento consolidándose como una entidad innovadora y un referente dentro de la Ribeira Sacra.

  Con las primeras elaboraciones se consiguen numerosos premios y reconocimientos locales, nacionales e internacionales, y se comienza a exportar vino a diferentes países europeos como Suiza, Alemania, Austria, Finlandia o Suecia, y a otros mercados como México, Canadá, USA o China. Hoy en día, la cuarta generación de la bodega (Paloma, José y Adrián) comienza su andadura, continuando las vías de experimentación y mejoras constantes en el trabajo de campo y bodega, implantados en la filosofía de Adegas Moure. Desde años la bodega Abadía da Cova nace con el ánimo de elaborar vinos, licores y aguardientes con la menor intervención posible de productos no naturales, respetando y protegiendo el medio ambiente. La meta que nos hemos marcado desde el nacimiento de esta empresa, es la de mantener la autenticidad y tipicidad de nuestra materia prima, para que llegue a nuestros clientes con la máxima garantía de calidad y origen. 

Y aquí, en las cercanías de este lugar se encuentra además “O Cabo do Mundo”, un lugar mágico y a la vez místico, poblado de leyendas, donde su escarpada orografía juega con el asombrado caminante, cuando contempla muy cerca del lugar el cauce del Rio Miño, y explora las mejores orientaciones para el cultivo de la vid en este rincón de la Ribeira Sacra. Un idílico lugar que representa un entorno natural único que hay que preservar para que puedan disfrutarlo, al igual que nosotros, las generaciones venideras.

 

Texto: Elisabeth Norell Pejner

Fotos: Rafael Calvete Álvarez de Estrada