En este vall, o valle si se prefiere, alargado en forma de corredor con dirección nordeste-suroeste tiene su nacimiento y discurre el río Gallinera, que se encuentra rodeado por montañas: la Sierra del Almirante, la Sierra de la Albureca y la Sierra Foradada. Se accede a él por la carretera de Alicante N-332, para tomar a la altura de Pego la carretera CV-700.
Los primeros indicios de presencia humana en este valle, o mejor dicho, en el Vall de Gallinera, se remontan al Paleolítico Medio como lo demuestran los materiales encontrados en la Cueva de Pardo. También en esta cueva han aparecido materiales de otros períodos prehistóricos como el epipaleolítico o mesolítico, el neolítico y el eneolítico. En otros puntos de este valle, como es la Cueva del Águila, también se han encontrado materiales del neolítico.
Ya en la Edad de Bronce (1800-500 a. C.) también se hallaron en este lugar más yacimientos como el poblado de la Foradà y el Castellot d’Alpatró, dos de los lugares que se presupone hubo un yacimiento de época musulmana. Además de esto destacan las Cuevas de Esbarzer, Llànties y la Olivera, donde se han encontrado varios materiales y restos óseos humanos. El Vall de Gallinera está formado por 8 núcleos urbanos que conforman este municipio: Benirrama, Benialí, Benissiva, Benitaia, La Carroja, Alpatró, Llombai, y Benisili.
Después de la Edad de Bronce aparece la cultura ibérica dando el paso a la Edad de Hierro junto a su propia cultura y religión. De esta etapa destacan el poblado íbero de Xarpolar y el poblado del Castellot d’Alpatró, que se cree fueron un poblado de la edad de bronce y un yacimiento de época musulmana, simultaneamente. También hay otros yacimientos pequeños de la época íbera en la Cueva de Esbarzer y en el nivel superior de la Cueva de Pardo.
Las alquerías y las huertas asociadas del Vall de Gallinera formaban tres bloques bien diferenciados. Una estaba alrededor de Alpatró, otra en el centro del mencionado Vall (donde ahora se encuentran Benissivà, Benitaia y Benialí), y la tercera cerca de Benirrama. Las prospecciones arqueológicas realizadas por un equipo de la Universidad Autónoma de Barcelona a finales del siglo XX han permitido localizar más de veinte lugares con cerámicas de la época musulmana. Una buena parte de ello parece haber tenido una ocupación limitada. El resto más destacable es la lápida sepulcral de Alpatró encontrada en el año 1950 y expuesta en el Museo Arqueológico de Alcoy que data de finales del año 942, por lo que se trata de una de las inscripciones árabes más antiguas encontradas en tierras valencianas.
Ya en la época romana, entre los siglos I al VII, aparecen escasos vestigios de estos pueblos, y los que hay no son muy importantes en el Vall de Gallinera. Los descubrimientos principales de fragmentos cerámicos hechos de tierra se han encontrado en cuevas que seguramente se utilizaron como sitios de pernoctación o de refugio. Posiblemente una búsqueda más sistemática podría poner al descubierto lugares ocupados durante este período, algo parecido a las «villas» del Vall de Ebo. En el término municipal de Pego cuyos asentamientos de la época romana son grandes y ponen en manifiesto una ocupación muy densa de este territorio.
Volviendo a los municipios del Vall de la Gallinera, decir que Benirrama, conocido también con el nombre de Benirama, Benirahama o Benerahacma, a lo largo de su historia, al igual que otros muchos pueblos del Vall, es de origen árabe y el prefijo Beni, significa “hijo de”. La primera documentación escrita de este pueblo se remonta al censo de 1369, y el topónimo Beni Rahma proviene del nombre de una familia local, y según dicho censo representaba entre un tercio y dos tercios de las unidades familiares que lo habitaban. Hoy sus habitantes reciben el nombre de benirraminos y benirraminas. El antiguo Camino Real que conforma dentro del pueblo la Calle Mayor, donde en uno de sus extremos se encuentra la iglesia de San Cristóbal, que a la vez es la más antigua de este Vall, ofrece retablos del siglo XV como es el caso del Calvario, y otros cerámicos que datan de finales del siglo XIX.
Enseguida llegamos a Benialí, también conocido en la antigüedad como Benicalill, Benihalill, Benihalil, Benihalí, Bonielill o Benielí, según los documentos del mismo censo del año 1369. Su nombre actual proviene del topónimo Bani Jalil, perteneciendo a una importante familia árabe. Dos años después de la expulsión de los moriscos de España, el 10 de junio de 1611 en la plaza de este pueblo, el procurador del duque de Gandía, Mateu de Roda, entregó ante notario y en presencia de un centenar de cabezas de familia que venían a repoblar este valle, la Carta Puebla. En ella aparecían detallados los nombres y apellidos de todos los repobladores mallorquines, de los que la mayor parte provenían de Andratx.
Actualmente se conservan algunos de los apellidos que llevaban estas personas como Alemany, Palmer, Verches (Berger) y Seguí, los cuales son los más comunes en el valle. En Benialí merece la pena visitar sus calles empinadas y la arquitectura de sus casas. El Camino Real transcurre por la Calle d’En Mig, donde se encuentra la Fuente de la Concepción con su lavadero y la iglesia de San Roque, patrón del pueblo. También cuenta con la cooperativa, donde se encuentra la almazara para elaborar el aceite de todo este Valle, así como el Ayuntamiento, un colegio y la Oficina de Turismo del famoso Vall.
Benissivà es el siguiente destino de este recorrido. Un pequeño núcleo urbano pegado al de Benitaia que cuenta con una iglesia de la misma época de las poblaciones colindantes dedicada al patrón del pueblo San Miguel. Y como ya se ha dicho, Benitaia, documentada como Benitahar, Benitaher, Benitaer, Benitala o Beniyaya, está pegada a este pequeño municipio del Vall de Gallinera. La primera documentación escrita de este lugar data del mismo censo que los demás, y proviene del nombre árabe de la familia Bani Tàhir. Hay que decir que Benitaia está compuesta por tres calles, la de Dalt, la calle d’En Mig, y la de Baix. Y, a escasos metros de aquí se encuentra el Calvario, la fuente de l’Hort, y los restos de un antiguo convento franciscano.
Decir además que desde aquí se puede observar la alineación solar de la Penya Foradà, fenómeno que se remonta al año 1611, dos años después de la expulsión de los moriscos, cuando los franciscanos construyeron un convento con el patrocinio del duque de Gandía y quisieron que estos se ubicaran en el lugar preciso donde, coincidiendo con el día de la celebración de su patrón San Francisco de Asís, el 4 de octubre, los rayos del sol atravesaran la Foradà e iluminasen el lugar donde estaba el convento. Esta alineación solar se repite año tras año alrededor del día 8 de marzo.
El pueblo de La Carroja, se cita en textos antiguos con diferentes variantes ortográficas como Rachalosa, Caroja, Queroja, Carrocha o Carrosa. El origen etimológico de este lugar se desconoce y se tendría que buscar fuera del árabe. El antiguo Camino Real cruza La Carroja. El lugar está compuesto únicamente por dos calles, el de la Carretera y el más largo, el de la Iglesia. Al recorrerlos nos encontramos con la Font de Baix, que se utilizaba también como lavadero y su iglesia dedicada a San Francisco de Borja, que es su patrón.
Alpatró, también llamado Petro, Patro, lo Patron, Potron y Potro a lo largo de la historia, es el siguiente rincón a visitar de este valle. Está documentado por primera vez en 1290 y su etimología no es árabe, aunque en un texto del año 1578 se cita como al-Batrún. En la década de 1950 del pasado siglo XX se encontró una lápida sepulcral del año 942, que está considerada una de las más antiguas de las inscripciones árabes encontradas en la Comunidad Valenciana, y en la actualidad está expuesta en el Museo Arqueológico Camil Visedo de Alcoy. De este lugar destaca la iglesia de la Asunción y la fuente de Alpatró que se encuentra justo delante de la citada iglesia. También cabe nombrar la antigua almazara que en la actualidad hace de museo etnológico, la fotificación islámica del Castellot, y el lavadero que es uno de los pocos del valle que está cubierto, y aparece en el camino de salida hacia Llombai y Benisili. En este pueblo además hay unas instalaciones de la cooperativa «Cireres de la Muntanya d’Alacant» y también la de Sant Marc.
El pequeño pueblo de Llombai está a continuación, citado en documentación antigua con las variantes Lombayer, Lombart, Lombaer, Lombay y Llombay. La primera cita de este lugar aparece en un texto cristiano que data del censo de 1369, y aunque actualmente se han restaurado algunas de sus casas, el lugar quedó deshabitado en la década de 1970, cuando su último habitante, el misterioso centroeuropeo llamado Stefan Gregor (conocido en el valle como el alemán de Llombai) falleció en extrañas circunstancias. El pueblo tiene una única calle. En su entrada se puede observar la antigua almazara y al final del mismo, justo al lado del barranco, se encuentra su lavadero con una fuente de tres chorros.
Benisili es otra pequeña población de unos 50 habitantes, con iglesia dedicada a San Pascual Bailon y al beato Andrés Bibernon. El núcleo urbano tiene dos calles, un puente y una iglesia, el primero de ellos separado en dos tramos por el rio Gallinera, ya que nace cerca, y cuenta con la fuente de la Mata, la fuente del Llavador y la fuente Vella, situadas junto al famoso rio Gallinera. Hoy en día, también hay actividad dedicada al turismo rural. Desde Benisili se domina todo Vall de Gallinera, y en su interior también hay una fuente y los restos de una construcción creada por Stefan Gregor, el alemán de Llombai. Existe una hipótesis de que este personaje era un refugiado militar de la Segunda Guerra Mundial.
Para finalizar, aunque podría estar escribiendo durante horas sobre este hermoso lugar, diré que en el siglo XX uno de los eventos más importantes en este valle fue la Guerra Civil Española donde muchos habitantes del Vall de la Gallinera participaron en dicha contienda. Muchos jóvenes murieron y algunos de los que volvieron al finalizar la guerra fueron condenados a prisión simplemente por sus ideales que eran diferentes a los que habían ganado la guerra.
De todos es sabido que el cultivo fundamental del Vall de Gallinera es el cerezo y sus frutos, las cerezas, que han alcanzado bastante fama hasta el punto de crearse la denominación de origen “cerezas de la Montaña Alicantina”. Más o menos por San José, el 19 de marzo, los cerezos florecen y el valle está en todo su esplendor. Al bonito paisaje con sus simpáticos pueblos se le añaden entonces las pinceladas blancas de las flores de estos árboles lo que le confiere un aliciente extra para realizar una visita por esas fechas.
Ver cientos, o miles, de cerezos en flor sorprenderá a grandes y pequeños. Pasear por sus campos para oler sus flores, o ascender a sus montañas para contemplar sus hermosas vistas merecerá la pena, además una de las formaciones naturales más emblemáticas de la provincia de Alicante que podemos ver en esta zona, y quizás la más representativa del Vall de Gallinera, es la Foradà. Es por ello que se recomienda una escapada a este valle para pasar el día y disfrutar de su entorno a la vez que probamos su típica gastronomía.

Texto y Fotos: Rafael Calvete Álvarez de Estrada