La historia de Mongolia es extremadamente inmensa ya que se extiende a más  de 5.000 años a. C.

No cabe duda que además está fuertemente ligada a la figura de Genghis Khan, el gran rey que extendió el imperio por buena parte de Asia hasta el Mediterráneo. Un pueblo que desde siempre ha tenido poca inclinación a aliarse con otros nómadas del norte ya que hasta finales del siglo XII eran poco más que una confederación de clanes rivales. En aquel tiempo, un viejo mongol llamado Temujin emergía de la nada y lograba unir a la mayoría de las tribus de ese país. Poco después ya se le conocía como Genghis Khan, que significa gran príncipe, o “rey universal”. 

Pero dejemos la historia del gran líder mongol para más adelante y decir que hoy en día, las infraestructuras turísticas y las carreteras en este país han cambiado considerablemente, aunque todavía no son muy modernas, pero poco a poco se van mejorando en muchos lugares del país. Mongolia es bastante seguro, y el viaje por nuestra cuenta no resulta muy cómodo aunque si es posible. El norte y oeste se encuentra dominado por los Montes Altai, con cimas que superan los 4.500 metros de altitud. Por el contrario, en el sur encontramos el maravilloso e “inhóspito” desierto de Gobi. 

No hay duda que la mayoría de los viajeros que llegan a Mongolia lo hacen atraídos por su naturaleza: inmensos valles y colinas cubiertos de hierba, un gran desierto, muchos lagos y grandes montañas…pero sobre todo una gente maravillosa y humilde. La capital, Ulán Bator, es interesante y está bastante poblada en relación a otras ciudades del país. Salvo que uno llegue muy necesitado de vivir en la civilización, se recomienda que permanezca lo justo para visitar esta ciudad y cambie de rumbo a otros rincones del país ya que además los atascos en esta ciudad acostumbran a ser épicos. 

En esta hermosa tierra alejada del ajetreo y el bullicio moderno al que la mayoría de los mortales estamos acostumbrados tuve la oportunidad, no hace mucho, de viajar por una pequeña parte de este país. Sabía que era interesante y muy pronto averigüe que se trataba de uno de los lugares más maravillosos del planeta. Admiré sus paisajes, junto a su flora y su fauna, que es el mejor regalo que la Naturaleza le ha dado a Mongolia, y conversé con su gente simple y educada. También sabía que era un país con mucha historia, aunque lo que no me dijeron es que hoy por hoy apenas se vive ya de aquel recuerdo. 

Y, aunque se trata de un país sin litoral, situado en una zona de Asia nororiental, haciendo frontera con China y Rusia, repito, aun así, merece la pena. El territorio total de Mongolia es de 1.566 millones de kilómetros cuadrados, casi nada. Aunque eso sí, solo tiene 3.000.000 de habitantes, de los que casi un tercio viven en su capital Ulán Bator. En resumidas cuentas, un país con futuro y con muchas ganas de mostrarse al mundo de occidente. 

Como ya dije al comienzo, cuenta con una historia repleta de poder y voracidad invasora desde tiempos lejanos, y con una naturaleza muy rica e interesante. Y, por si todo esto fuera poco, se trata de un país demócrata y muy tranquilo. Su capital responde al estereotipo de ciudad grande y desapacible, y únicamente debería ocuparnos una pequeña parte de nuestro viaje a la hora de visitarla. Sin embargo, no hay que olvidar que esta urbe, que día a día va en aumento, alberga varios de los templos budistas más importantes de Mongolia. 

Cuando nos encontramos en Ulán Bator (Ulaanbaatar), veremos que la ciudad ofrece varios lugares de interés, como es el monasterio de Choijin Lama, el Monasterio de Gandan, la estatua de oro de Buda, el Palacio de Invierno, y la Plaza Sukhbaatar en la que se encuentra el Parlamento y una gran estatua de Gengis Kan.

Otro lugar de Mongolia que es muy interesante que no hay que perderse es Karakorum (la antigua capital) donde se dice que nació su héroe nacional, y en donde se encuentra el Monasterio budista de Erdene Zuu. Todo este vasto territorio se halla a una altitud media de 1580 metros sobre el nivel del mar, y la montaña más alta del país se llama Altai que se encuentra en su parte occidental. Pero, antes de despedirnos de este lugar,  no hay que olvidar visitar el Monasterio de Amarbayasgalant, a orillas del río Selenge, con su mezcla de estilos arquitectónicos mongoles, chinos y tibetanos. 

Gastronomía mongola

Una de las principales características de la gastronomía de Mongolia es su elevado contenido proteínico. En un país donde en invierno se alcanzan fácilmente temperaturas de -40º C, y donde la vida nómada requiere un importante ejercicio físico está claro que la ingesta de una comida rica en calorías es más que necesaria. Aún así, la gastronomía mongola puede sorprender al visitante ya que la cocina es relativamente variada y tiene importantes diferencias regionales y estacionales. Los platos preferidos están hechos a base de carne, en invierno y de productos lácteos en verano, pero encontramos también influencias de los países vecinos. 

Por otro lado, la comida diaria es bastante básica y algo fuerte, no por ello deja de ser muy interesante. Eso sí, los estómagos delicados pueden tener dificultades para encontrar platos que les satisfagan. Así, un producto habitual en la cocina mongola es el arroz y también los tallarines con los que se elaboran una gran variedad de platos. Destaca también los sabores fuertes y las especias que se utilizan a la hora de cocinar. Es muy importante saber que las principales comidas del día son el desayuno y el almuerzo, dejando para la noche un plato más suave y menos calórico. Claro está que en la capital encontramos todo tipo de restaurantes con comida internacional mientras que si seguimos la huella de los nómadas tendremos que atenernos a sus costumbres. 

Este desarrollo queda patente en todos los aspectos de la vida de los mongoles aunque hay que destacar el hecho de que hoy por hoy, la vida nómada sigue siendo un hecho en este inmenso país. Cuarenta millones de animales domésticos, entre reses, caballos, ovejas, camellos, yak y cabras, pastan libremente por toda la nación siguiendo las costumbres de hace cientos de años. Las familias acompañan a su ganado montando y desmontando sus “ger” (las tiendas donde viven) durante seis meses al año, o lo que es lo mismo, mientras el clima lo permita. Y esta vida nómada ha marcado en gran medida la gastronomía del país, que si bien ha cambiado durante las últimas décadas gracias a la importación de nuevos productos, todavía tiene sus raíces en tradiciones centenarias. 

Sin lugar a dudas a nivel internacional el plato más famoso y popular de Mongolia es el Steak Tartare. Dicen que el origen de este plato se sitúa en los guerreros tártaros que para ablandar la carne que debían comer, casi siempre  cruda, la ponían bajo su silla de montar, y así, al cabo de algunas horas de cabalgadura, esta se quedaba machacada y era más comestible. El caso es que originariamente para este plato no se utilizaba la mejor carne, sino una de baja calidad que se cortaba en pequeños pedazos para poder masticarlos. Hoy en día se trata de un plato refinado que se sirve con especies y alcaparras en la mayoría de los restaurantes. 

Otra de las grandes estrellas de la cocina mongola es el cordero, especialmente en las zonas de montaña ya que en el desierto lo que predomina es el camello y el caballo. Aún así el cordero tiene fama en todo el país y se prepara de muchas maneras diferentes. A veces en forma de guiso o asado sin ningún complemento. Sin embargo, a la hora agasajar a los invitados se prepara lo que se denomina “Khorkhog”, una especia de barbacoa mongola en la que se utilizan piedras calientes para cocinar el alimento, entre los que se encuentran las salchichas, chorizos y hambuerguesas, además de carne de cordero que es el ingrediente principal de este plato y también la carne de cabra. Estas carnes se cortan en tiras, limpias de huesos, que son colocadas en un recipiente metálico alto y redondo con tapa. A la carne se le puede añadir también zanahorias, coles, patatas y un poco de agua. 

Otro plato típico es la “Olla Mongol”, en la que se introducen tallarines, verduras y trozos de cecina, cocinando todo en pocos minutos. En general este tipo de sopa, o guiso, es muy habitual y en ellas se pueden poner trozos de carnes, verduras, tallarines o arroz. Y si hablamos de platos populares no hay que olvidar el “Boortsog”, una especia de pastel de manteca relleno de carne y acompañado, o bien por la mañana o a media tarde, del tradicional “Suutei Tsai”, el té de leche salada, o el “Koumiss”, la leche fermentada. 

Está visto que 40 millones de cabezas de ganado dan para muchas “ollas” y sopas”, pero la leche de las yeguas, y otras hembras de animales, son  también una buena fuente de productos alimenticios. Una base importante de la dieta de los mongoles es el “Byaslag”, el queso, el “Aruul”, los cuajos secos, el yogurt, el kéfir, o el “Arkhi”, licor de leche. Y, la  bebida nacional más conocida en Mongolia es el «Airag» un fermentado de leche de yegua que viene a ser como la cerveza tradicional. Como consecuencia de la influencia rusa durante el periodo del Socialismo, el vodka ganó también popularidad, y en la actualidad encontramos tanto vinos como cervezas de importación. En la capital Ullan Bator hay algunos restaurantes de cocina tradicional, mientras que en las zonas más remotas, prácticamente no hay oferta gastronómica. Sin embargo a los aldeanos y a las tribus nómadas les encanta agasajar a los invitados compartiendo su comida con ellos.