Noruega es, desde hace tiempo, uno de los lugares más visitados y apacibles del norte de Europa con enormes brazos de mar, conocidos como fiordos, que se adentran hacia el interior de sus tierras ofreciendo una grandiosidad y naturaleza medio salvaje que es única en Europa. Pero el viajero que busca en este país, aunque habría que decir mejor en el oeste de Noruega, la hermosa belleza natural de sus fiordos, como es el caso del Sognefjord, con más de 200 kilómetros de longitud que llega hasta las montañas de Juttenheimen (El Hogar de los Gigantes), busca también otros alicientes que le deleite cuando se encuentre de visita.
Tanto los fiordos que van desde la costa atlántica hasta los pequeños pueblos de Songdal o Luster, ya metidos en el interior, como su rica gastronomía, podrían ser dos de los principales alicientes a la hora de leer este artículo.
Cuando se visita por primera vez Noruega, en seguida deduce que aquí no solo hay agua, sino que además proliferan las granjas pintadas de vivos colores que se agrupan formando pueblos, cada uno con su iglesia de elevada torre –como es el caso de la famosa y antigua iglesia de Urnes, una vieja edificación de madera con aire vikingo que data del año 1150-. Y, aunque el trayecto preferido por muchos que se aventuran a conocer la “Tierra de los Trolls” es el que discurre por algunos de los fiordos del suroeste, hay que decir que existen muchos otros en diferentes lugares del país, por lo que estoy seguro que vamos a disfrutar de lo lindo.
Sin embargo, también hay que visitar la ciudad de Oslo, situada al sur del país, a 58º de Latitud N, pues es muy recomendada para los amantes del mar y claro, de la navegación, ya que ahí se encuentran varios museos relacionados con el mundo marino, como es el caso del Museo Fram (Frammuseet), donde se podrán ver varios de los barcos más famosos que forman parte de la historia de este país. Aquí encontraremos algunas embarcaciones vikingas, como son las naves Oseberg, Gokstad y Tune, que fueron halladas junto con sus dueños enterrados en su último viaje hacia el reino de los muertos. Y claro, no podía faltar el famoso barco polar FRAM, aquel en el que viajó en 1911 el explorador noruego Roald Amundsen para conquistar el Polo Sur;además de las balsas Kon-Tiki y Ra II, que pilotara Thor Heyendal, otro conocido aventurero noruego allá por los años cincuenta del pasado siglo XX.
Volviendo a los fiordos, decir que entre glaciares inmensos y montañas nevadas, corren los torrentes hacia las plácidas vías fluviales para, seguidamente, introducirse en ríos, lagos y bosques con el propósito de formar parte de su belleza natural. Porque, hoy por hoy, los fiordos son más conocidos por su impresionante situación que por otra cosa, aunque existe algo que ha contribuido a hacerlos tan especiales: la gente que desde siempre ha seguido viviendo junto a ellos, y más concretamente los de la ciudad de Bergen, capital de esta parte de la costa. Una ciudad que apenas llega a los 250.000 habitantes, con 900 años de historia. Pero también es famosa la ciudad portuaria de Bergen por su ambiente y vida ciudadana, en donde se ha mezclado sabiamente lo antiguo con lo moderno.

La urbe en cuestión está enclavada entre siete montañas y con el mar como vecino, y cuenta con uno de los barrios portuarios más espectaculares   y bellos del mundo, conocido con el nombre de Bryggen. Desde hace tiempo ya forma parte del Patrimonio de la UNESCO, y en él se muestra una de las principales tradiciones arquitectónicas del pueblo nórdico. En su orilla opuesta se halla el barrio de Nordness, donde se alzan casas de los siglos XVIII y XIX. Sin embargo, conviene alejarse del centro de la ciudad y llegar hasta lo alto del monte Ulriken, a 600 metros de altitud, para poder contemplar una de las vistas más completas de Bergen. Muy cerca de aquí, en su casco antiguo, se pueden apreciar algunas calles adoquinadas con viejos edificios de madera con pequeñas tiendas y restaurantes.
En la misma costa, aunque bastante más al norte, se encuentra Tromso, una tranquila ciudad que está por encima del Círculo Polar Ártico, a 66º de latitud Norte. No cabe duda que Tromso también cuenta con una hermosa bahía de agua fría, color acero, reflejo de un cielo escondido, observada por dos márgenes de viejas y pintorescas casas de madera, y un fondo nevado de tundra negra. Lo que no es blanco, es negro. Sólo el cielo y el agua tienen un color transeúnte, agrisado y metálico. En verano, el Sol de Medianoche hace ya su curva sin ocultarse y los días son como atardeceres negros de hielo.
Porque aquí, en la ciudad de Tromso, tiempo atrás acudieron grandes exploradores para comenzar sus periplos por el Polo Norte y otros rincones de la Tierra. Aquí, en su tranquilo puerto se encuentra el Museo Polar que es único en su género, en donde podremos disfrutar de un recorrido histórico por la navegación ártica. Este museo también dedica buena parte de sus salas a la figura de Roald Amundsen, el explorador noruego que llegó a conquistar el Polo Sur antes de morir.
La ciudad cuenta también con un museo de investigación sobre el pueblo sami (lapón) y su cultura, y hay un instituto para el estudio de la aurora boreal (Aurora borealis). Y, por si todo lo comentado anteriormente fuera poco, diré que antes de finalizar la II Guerra Mundial, en 1944, el acorazado alemán «Tirpitz» fue hundido por aviones ingleses muy cerca de aquí.
Pero también Tromso es el más grande centro pesquero del país, especialmente para el arenque y bacalao, y el puerto abastecedor para las grandes expediciones y el comercio en esta parte del Ártico. Por ello, nada mejor antes de despedirnos que probar su gastronomía, ya que tiene mucho que ver con algunos productos del mar del Norte, como es el cangrejo rojo Real, el bacalao fresco noruego y el salmón noruego.

 

Texto y Fotos: Rafael Calvete Álvarez de Estrada